sábado, 14 de mayo de 2011

EL CABALLO QUE DESEAN LOS JEQUES


Ma Shadow El Sher sólo come heno, avena y alfalfa frescos. Sus crines se lavan con el champú de los astronautas de la NASA, a 180 euros el frasco. Considerado como el mejor ejemplar de raza árabe del mundo, su propietario, el mallorquín Fausto Ferrero, ha rechazado una oferta de 600.000 euros por él. Seis personas se ocupan de sus cuidados y adiestramiento.

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Orgullo. Fausto Ferrero (señalado con un círculo) posa con uno de los numerosos premios ganados por Shadow.
Orgullo. Fausto Ferrero (señalado con un círculo) posa con uno de los numerosos premios ganados por Shadow.

Raza mallorquina
Raza mallorquina

Raza española
Raza española

Por Ruben Amón. Fotografías de Chema Conesa. Ilustraciones de Manuel Merino

El caballo árabe más hermoso del mundo tendría que pertenecerle a un jeque saudí o a un príncipe pluricondecorado de Kuwait, pero reside en la finca mallorquina de Fausto Ferrero con el cartel de "no se vende".
Le han ofrecido 600.000 euros y podrían subir la oferta hasta el doble, pero Ma Shadow El Sher, he aquí el nombre de bautismo, simboliza la moraleja de un viejo cuento oriental: hay cosas que no pueden comprarse aunque se tenga mucho dinero. De otro modo, Fausto Ferrero se hubiera sentado a negociar con el príncipe Khaled, de origen saudí, interesado en la compra del caballo, unas horas antes de fallarse en París el Campeonato del Mundo de belleza equina.
No lo hizo. Prefirió quedarse con Shadow y ahuyentar las amenazas telefónicas que proliferaron la noche de la vigilia. Le decían que un simple aficionado mallorquín no tenía suficientes conexiones para influir en el jurado, pero la perseverancia de Fausto Ferrero dio resultado, porque su caballo tordo obtuvo seis de los siete votos del tribunal. Sucedió el pasado diciembre, con toda la inercia propiciatoria que acumulaban las medallas anteriores. Ma Shadow El Sher había ganado el título europeo y la Copa de las Naciones, así que el galardón parisino, una distinción específica a la belleza de la cabeza, lo convierte en el segundo caballo de la historia que obtiene la triple corona en cuestión de belleza, presencia escénica, expresividad y morfología.
Fueron las razones que llamaron la atención del señor Ferrero cuando adquirió el potro en la trastienda de un concurso italiano. Le impresionó la elegancia natural, el cuello de cisne, el morro afilado, los ollares llamativos. También la expresividad de los ojos, negros como el petróleo, oscuros como la cabellera azabache de Monica Bellucci.
No es una comparación caprichosa. El caballo y la actriz nacieron ambos en Città di Castello (Umbria, Italia), aunque Shadow es bastante más joven. Cumple cuatro años este año y acaba de estrenarse en las tareas reproductivas con todas las precauciones que puedan imaginarse. Todavía lo ignora, pero nunca conocerá una hembra de verdad. Gajes de la belleza y de la responsabilidad patrimonial que convierten a Shadow en una especie de semental mecánico.
"No podemos concedernos el riesgo de que se haga daño o de que coja una infección", explica la veterinaria francesa Aurelie Allard mientras acaricia maternalmente a la criatura. "Así que, en lugar de cubrir una hembra verdadera, se le monta en un simulador que aloja en su interior una vagina artificial. De esta manera, lo preservamos de las coces o de los accidentes y, además, conseguimos recoger todo el esperma que ha eyaculado", añade.
Después, se introduce en unas pipetas de vidrio y se conserva escrupulosamente congelado en una urna de vapor de nitrógeno. Sólo queda esperar al otro lado del teléfono para escuchar la voz de los compradores: "¿Cuánto me costaría una dosis de semen de Shadow?".
"Ahora que el caballo ha adquirido esta importancia y esta notoriedad podemos vender la dosis a 3.000 euros. Garantizando la fecundación y el nacimiento del potro hasta que se pone de pie", razona Jason Blom, sudafricano de origen, abogado de profesión y hombre de confianza de la Yeguada Ferrero y que es quien normalmente responde al otro lado del aparato.
Es la manera de rentabilizar económicamente los premios de belleza, aunque Fausto Ferrero, constructor y promotor inmobiliario de oficio, siempre ha concebido la ganadería como una afición cara. Empezó con dos caballos en 1978. Ahora tiene casi 200, de modo que la finca de Marratxí, ubicada a seis kilómetros de Palma de Mallorca, se le ha quedado pequeña y ha decidido construirse otra para inquietar los sueños frustrados del jeque Khaled. "Es curioso lo de estos señores árabes", dice Ferrero sin elevar la voz ni irritarse. "Sólo piensan en hacerse la foto y en presumir del trofeo, aunque no hayan visto el caballo antes ni vuelvan a verlo después. Yo no vendo a Shadow. Hemos creído en él y hemos apostado por sus posibilidades. ¿Un cheque en blanco? Lo siento mucho, pero el petróleo tiene sus límites", proclama.
La prueba es Shadow, cuya rutina cotidiana transcurre 24 horas al día entre las paredes de un box limpio, pulcro y espartano. Teóricamente no tiene mayores privilegios que los demás equinos de la yeguada mallorquina, pero la práctica demuestra que sus cuidadores lo miman como si fuera de porcelana.
Cuidadores. Seis personas se ocupan de mantenerlo en forma. Seis personas de seis nacionalidades distintas. No porque un caballo árabe requiera atenciones cosmopolitas ni experiencias pluriculturales, sino porque el azar les ha traído hasta el aire mediterráneo de Marratxí. Empezando por Staniszlaw Wojtak, un polaco de bigotes prusianos que ha recalado en la Yeguada Ferrero después de haber dado tantas vueltas al mundo como su compatriota Wojtyla. "Mi trabajo consiste en entrenarlo y en enseñarle a posar. La tarea requiere paciencia y disciplina, porque estos caballos árabes son muy temperamentales, pero tienen la virtud de la inteligencia. Aprenden las cosas antes que los demás y son mucho más despiertos", argumenta.
Nadie se ha montado todavía en el lomo virgen de Shadow. Comenzarán a hacerlo en cuestión de unas semanas, cuando su esqueleto se haya fortalecido y se empiece a familiarizar con la incomodidad de llevar un peso encima: primero la silla; después, el jinete, aunque el caballo ha nacido para mostrarse desnudo.
De hecho, los concursos internacionales donde ha participado consisten en exhibirlo como un modelo. Unas veces se muestra parado, tal que una escultura de plomo. Otras, en movimiento, así enseña sus aires de majestad.
Posar, desfilar, pavonearse... Shadow es un maniquí cuyas medidas y romana superan el promedio de un caballo árabe de cuatro años. La alzada en la cruz —zona del lomo donde se encuentran los huesos de las extremidades anteriores con el espinazo— alcanza 1,56 centímetros, mientras que el peso redondea los 430 kilos. No se notan ni se imaginan. Sobre todo cuando el campeón empieza a deslizarse como si apoyara los cascos en unos muelles invisibles.
Shadow alza la cola para lucirse y ha aprendido a seducir con la mirada, precisamente para destacar las cualidades morfológicas que pueden leerse en los tratados árabes. Una es el jibbah, que da nombre al escudo natural de la frente convexa. Otra el mitah, el punto sagrado de la unión entre la cabeza y el cuello: cuanto más grande es el arco, más se acerca el caballo al canon de El Buraq.
Así se llamaba la montura metafísica que Mahoma utilizó para "viajar" de La Meca a Jerusalén. Literalmente significa "estallido", "rayo", "blancura cegadora", de modo que Ma Shadow El Sher puede considerarse un depositario de las cualidades ancestrales.
Después, tiene que saberlas expresar delante del jurado, superar el miedo escénico, dejarse llevar por las instrucciones de sus mentores...
Entre ellos, Daniel Isidoro, un jinete mallorquín de 25 años que se despierta con Shadow a las ocho en punto de la mañana para ejercitarlo sin aburrirlo. Y sin montarlo. "No basta tener un caballo muy bello para ganar un concurso internacional", explica Daniel con entusiasmo didáctico. "Sobre todo, tiene que parecerlo, debe saberse expresar, moverse con elegancia. Es como un actor sobre el escenario. De nada importa la belleza o la estética si la mirada del caballo se apaga o si carece de brillantez al desplazarse", aclara.
Shadow, cuyo árbol genealógico se entrelaza con dos históricos sementales de pasaporte norteamericano, posee unas condiciones innatas para la escena y no se deja impresionar por el público ni los focos, aunque ha aprendido muchas cosas en la finca de la Yeguada Ferrero. "Nosotros le entrenamos jugando, evitando la rutina, haciéndole entender que los ejercicios son divertidos. Unas veces utilizamos pelotas. Otras, basta emplear una bolsa de plástico. Hay que evitar estresarlo y caer en situaciones anodinas", prosigue Daniel.
Aunque situaciones anodinas sí que las hay. Especialmente las tareas de higiene, de limpieza y de peluquería. Hasta el extremo de que Shadow utiliza el mismo champú que los astronautas de la NASA. Cuesta 180 euros y se le aplica en las crines antes de aparecer en escena. "El caballo tiene que presentarse en las mejores condiciones", explica Jason Blom. "Por eso, lo rapamos entero hasta dejarlo con un espesor de pelo de un milímetro. También le afeitamos la zona que rodea los ojos y el morro; una manera de destacar la mirada y de convertir en más puntiaguda la nariz". Así de guapo se lo encontraron los Rolling Stones cuando visitaron la finca de Fausto Ferrero para encontrarse con el supercampeón. Todos ellos son aficionados al caballo árabe, pero el batería, Charlie Watts, es un erudito de la materia ecuestre y permaneció absorto cuando le presentaron la plenitud de Shadow.
¿Sería por su cuello, símbolo definitivo de la belleza de un caballo árabe? El de Shadow acostumbran a recubrirlo con un sudadero y a tratarlo con cremas de glicerina. Se trata de eliminar la grasa y las toxinas, de manera que se parezca idealmente al arco de un guerrero o al pescuezo elegante de un cisne. ¿O sería porque el cuello estilizado del potro recuerda al de los grabados napoleónicos de "Marengo"?
Éste era el nombre de la cabalgadura de Bonaparte. Árabe y torda, como Shadow. Recorrió en cinco horas los 129 kilómetros que separan Valladolid de Burgos, sobrevivió a la campaña rusa de 1812, lo hirieron en ocho ocasiones y fue capturado en el campo de Waterloo con los honores de un gran trofeo de guerra.
Suficiente para considerar la especie y la estirpe como la referencia universal del caballo. Todos descienden en mayor o menor medida de la sangre árabe. Todos mejoran la raza al confundirse y mezclarse con ella: desde los purasangre ingleses hasta los bailaores ensabanados de la escuela española.
Modelo de raza. "Cada uno tendrá su ideal. El mío se acerca mucho a Shadow", explica Fausto Ferrero. "También me interesa el caballo español, pero la prioridad actual consiste en la cría del árabe. Y podemos considerarnos unos pioneros, porque en España hay muy pocos que se dediquen a la tarea y ninguno con nuestros resultados", puntualiza.
La yeguada funciona a caballo de la tradición y de las novedades. Es decir, que Shadow come diariamente la raíz, la semilla y la hoja de la cebada gracias al rendimiento de un invernadero que recrea las condiciones de humedad, luz y calor necesarias para procurar comida fresca todos los días del año. "La alimentación es el principio básico. De ella depende la salud y el aspecto. Así que le damos de comer cantidades pequeñas cinco veces al día para prevenir los cólicos y ayudar al proceso de digestión. Nada de pienso ni de compuestos. Shadow come cereales, avena, heno y alfalfa", comenta Jason Blom.
El régimen respeta uno de los principios coránicos que Mahoma recoge en atención al vínculo entre jinete y equino: "Cuantos más granos de cebada proporciones a tu caballo, más pecados te serán perdonados".
Es decir, que Fausto Ferrero puede considerarse bastante cerca del paraíso. Tanto por la buena nutrición de la yeguada como porque ha querido convertirla en un ejemplo de cría y selección provista de los mejores adelantos. Muchos de ellos figuran en el laboratorio de la finca. Incluidos una especie de hornos a 37,8 grados que reproducen las condiciones de temperatura de la matriz de la yegua. "Lo hacemos para experimentar cuánto tiempo resiste el semen del caballo. Los espermatozoides no viven lo mismo en cada animal, así que este método nos ayuda a realizar con mayor seguridad los procesos de inseminación artificial", explica Aurelie Allard a las puertas de la paridera.
La jovencísima veterinaria de la yeguada todavía tiene dificultades para manejarse con el español, pero puede utilizar el francés con Clotaire, que acaba de llegar y tiene la responsabilidad de vigilar a Shadow. "Los caballos árabes llevan a cuestas la fama de encendidos y de agresivos, pero no lo son", precisa Clotaire. "Simplemente basta respetar algunas reglas para no hacerlos enfadar y controlar su conducta", añade.
La primera consiste en alejarlos de las yeguas, ya que el celo de las hembras los saca de quicio. La segunda radica en evitar que dos machos de la misma raza estén cerca.
Bien lo sabe Staniszlaw, que presume de haber asistido a disputas brutales entre unos cuantos sementales árabes que se desafiaron en Polonia.
La cara se le ilumina al contarlo con aires de sabiduría y de orgullo patriótico, aunque esta clase de accidentes difícilmente pueden ocurrir en casa de Fausto Ferrero. Entre otros motivos porque Jason Blom realiza un seguimiento exhaustivo, se encuentre donde se encuentre, gracias a la ayuda de un sistema de espionaje. O sea, un programa multimedia incorporado a su ordenador personal que reproduce las imágenes en directo de los boxes, las parideras y las áreas de entrenamiento. Las 24 horas del día.
"Me puedo marchar a cualquier lugar del mundo, conectarme a Internet y ver desde mi ordenador la situación de los caballos. Es un modo de estar cerca sin por ello renunciar a viajar para dar a conocer nuestro trabajo fuera de los límites de la finca de Mallorca", asegura.
El próximo desplazamiento está previsto a Dubai con todos los miembros de la "escudería". Resulta que el pujante emirato ha organizado un "concurso de belleza" con los ejemplares más imponentes del planeta. No podía faltar Shadow, cuyo traslado va a realizarse en un avión privado igual que si fuera una celebrada estrella hollywoodiense.
Al aterrizar le esperan los señores del petróleo. Seguramente para reanudar las viejas negociaciones de la noche parisina. ¿Intentarán que la criatura no vuelva a casa en el avión? Será difícil disuadir a Fausto Ferrero. O será más fácil que el criador mallorquín se traiga hasta la finca de Marratxí algún compañero de viaje con Shadow.

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