jueves, 7 de julio de 2011

CUENTOS DE CABALLOS

Feng solo pensaba en correr, la tierra se sacudía con mucha fuerza; Mongolia, conocida como “la tierra de los caballos” presenta sismos frecuentemente, mas en todo su año de vida, nunca hubo un sismo de magnitud similar.
Feng era un potrillo salvaje de raza taji o takhi (idioma de Mongolia) en occidente se conoce a los caballos de su raza como caballo Przewalski; su color era marrón oscuro y de noche parecía azabache.  Vivía junto a la manada, viajando entre las estepas y desiertos de Mongolia, Kazajstán y parte de China; su padre era el semental de la manada y se llamaba “Rayo”.
El miedo aceleraba los latidos de su corazón y no paró de correr hasta que el movimiento sísmico se detuvo; mas al darse cuenta, la manada no estaba con él o mejor dicho, él no estaba con la manada.  Estaba totalmente solo.  Decidió regresar al lugar donde estaba, junto al grupo cuando todo empezó.
Empezaba a oscurecer, así que tendría que buscar donde pasar la noche antes de emprender nuevamente su recorrido al amanecer.
Llegó a un campamento de humanos y vio a unos camellos descansando, se acercó lenta y silenciosamente.
Los camellos lo miraron y uno de ellos le dijo:
- Pero si es un potrillo salvaje ¿Qué haces solo por aquí?
A lo que el potrillo respondió:
- Me llamo Feng y estoy buscando regresar junto con mi manada, me extravié en                                     
el  sismo, pues no los seguí para buscar refugio.  ¿Me pueden ayudar a encontrarla?
Otro de los camellos le dijo:
- Mira Feng, no podemos ayudarte, porque estos humanos no podrían seguir sin
nosotros.  Puedes pasar la noche aquí, pero te debes marchar al amanecer, pues si uno de estos hombres te ve, querrá capturarte y domarte luego.
Feng dudó un poco.
El camello le dijo:
- Es mejor que te quedes aquí, pues los lobos no se acercan al ver el fuego; si   
estas solo, serías una presa fácil para ellos.
Feng aceptó, al amanecer se cuidó de no ser visto por ningún humano, se despidió de los camellos y emprendió su camino.
En su recorrido se encontró con un grupo de antílopes y les dijo:
- Hola, mi nombre es Feng, estoy buscando a mi manada, ayer en el sismo me
            perdí…
El jefe de los antílopes se acercó y le dijo:
- Feng… si… Ayer vimos a tu manada y tu padre “Rayo” nos preguntó si no    
habíamos visto a un potrillo llamado Feng, que significa “viento” en chino ¿No es cierto?
Feng se emocionó y les dijo:
- Sí, me pusieron ese nombre para que recuerde que un caballo debe ser como el
            viento, libre… ¿Vieron a la manada? ¿Me pueden ayudar a encontrarla?
El antílope le respondió:
- Lo siento mucho, pero nos dirigimos al sur y no podemos ayudarte.  Solo te recomiendo que tengas cuidado con los lobos y te alejes de los campamentos de los humanos.

Feng siguió su camino, se encontró con un rebaño de cabras y les dijo:
- Me llamo Feng y estoy buscando a mi manada, ¿La han visto?  Ayer la perdí
            en el sismo, pero sé que me están buscando, me lo dijeron las antílopes.
Las cabras respondieron:
- No la hemos visto, tal vez al ver a los humanos que nos cuidan, no han querido
      acercarse a preguntar por ti…
En eso, Feng sintió que una cuerda le rodeaba el cuello y empezaba a ajustarle; había sido descubierto por los pastores que cuidaban a las cabras y ahora querían atraparlo.
Cuando una segunda cuerda le iba a ser echada al cuello, una de las cabras le gritó:
- ¡Corre, Feng, muévete!  Nosotras nos encargamos…
Las cabras empezaron a correr en todas las direcciones , lo que hizo que los hombres dejasen  de preocuparse por atrapar al potro y empezaron a juntar el rebaño nuevamente.
Uno de los hombres se lamento:
- ¡Maldición!  Era una buena oportunidad para atrapar a ese caballo… y además
       estaba solo, sin su manada… ¿Por qué sería?
Otro respondió:
- Atrapar a ese caballo no es tan importante, como lo sería si estas cabras se
            dispersan nuevamente; buen trabajo que nos darían…
Feng seguía corriendo y cuando estuvo lo suficientemente lejos, paró asustado aún.
- Vaya que estuvo cerca  -  se dijo.
En eso escuchó un ruido…se quedó parado y puso las orejas tiesas como hacen los caballos ante un sonido extraño, para escuchar mejor.
- Lobos  – se dijo -  Hay lobos cerca, tengo que huir de aquí…
Empezaba a correr, cuando se apareció un lobo en su camino…
- Vaya, pero… ¿Qué tenemos aquí?  Un potrillo extraviado  – dijo -  mirándolo
       fijamente.
Otro lobo salió y dijo:
- Hemos oído que un potrillo se extravió ayer en el sismo y vaya suerte la
      nuestra…
Otros lobos aparecieron y empezaron a rodearlo.
Feng tenía que escapar y empezó a dar patadas con las patas traseras, intentar morderlos era arriesgado, trataba de correr. Pero eran muchos lobos.  En eso escuchó:
- ¡Feng! ¡Corre hijo, corre!
Su padre había llegado con todo el grupo, antes de rescatarlo, se puso detrás de la manada y los empujaba a un lugar seguro, las yeguas y los potrillos se quedaron ahí; mientras su padre junto con los otros machos corrieron a enfrentarse con los lobos; empezaron a luchar y los lobos al verse superados en cantidad y darse cuenta que los caballos no iban a dejarse vencer fácilmente, huyeron del lugar.
Después de pasado el susto, Feng se reunió con el grupo, se acercó a su madre y su padre, y estos lo acariciaron con sus hocicos.  Feng preguntó cómo lo habían encontrado, ellos le dijeron que habían oído el incidente con las cabras y que ellas le dijeron la dirección que había tomado en su huida.
Feng estaba nuevamente junto con la manada y por seguridad sabía que tenía que permanecer cerca de sus compañeros.

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