Historia y Tradición del caballo en España: el origen
Desde tiempos ancestrales el caballo ha jugado un papel importante en nuestra cultura, como demuestran numerosos testimonios pictóricos. Concretamente, en la Península Ibérica se sabe que los equinos ya formaban parte de la vida cotidiana de las primeras civilizaciones e irán ganando importancia rincipales escritores cantarán sus glorias.
La prehistoria
La presencia del caballo en nuestro país es tan remota que ni historiadores ni paleontólogos han podido establecer exactamente sus inicios. Los vestigios más antiguos en la Península provienen del Paleolítico y se presentan en forma de pinturas rupestres que ya muestran la importancia que tenían los equinos en los sistemas de vida prehistóricos. Durante esta época, parece que el caballo estaba extendido por todo el continente europeo, pero un cambio brusco de temperatura unos diez mil años antes de nuestra era hizo desaparecer las grandes praderas que servían de alimento a los animales herbívoros, que se vieron obligados a emigrar al norte del continente en busca de pastos. Por ello, los caballos sobrevivieron solamente en dos zonas de Europa, el tarpán en las estepas del sur de Rusia y el przewalski en las estepas de Mongolia.
Las actuales razas de caballos descenderían de estas dos especies. Europa se repoblará con descendientes directos del tarpán, caracterizado por un perfil rectilíneo, que da origen al caballo céltico, mientras que en África prevalecen los descendientes del przewalski, de perfil convexo o subconvexo. Los restos de armas encontradas en nuestro país indican que ya desde muy temprano los caballos se empezaron a adiestrar para usos bélicos, incluso antes que en otras zonas del continente
La presencia del caballo en nuestro país es tan remota que ni historiadores ni paleontólogos han podido establecer exactamente sus inicios. Los vestigios más antiguos en la Península provienen del Paleolítico y se presentan en forma de pinturas rupestres que ya muestran la importancia que tenían los equinos en los sistemas de vida prehistóricos. Durante esta época, parece que el caballo estaba extendido por todo el continente europeo, pero un cambio brusco de temperatura unos diez mil años antes de nuestra era hizo desaparecer las grandes praderas que servían de alimento a los animales herbívoros, que se vieron obligados a emigrar al norte del continente en busca de pastos. Por ello, los caballos sobrevivieron solamente en dos zonas de Europa, el tarpán en las estepas del sur de Rusia y el przewalski en las estepas de Mongolia.
Las actuales razas de caballos descenderían de estas dos especies. Europa se repoblará con descendientes directos del tarpán, caracterizado por un perfil rectilíneo, que da origen al caballo céltico, mientras que en África prevalecen los descendientes del przewalski, de perfil convexo o subconvexo. Los restos de armas encontradas en nuestro país indican que ya desde muy temprano los caballos se empezaron a adiestrar para usos bélicos, incluso antes que en otras zonas del continente
El origen de la influencia del caballo y, en concreto, del caballo andaluz, dentro de nuestra cultura coincide con el florecimiento de las primeras grandes civilizaciones en la Península. Los cartagineses incorporan los équidos en gran número a sus ejércitos por su enorme resistencia y fuerza. Posteriormente, los romanos saben apreciar el valor del caballo andaluz y lo potencian tanto como medio de transporte en la vida civil y en los frecuentes conflictos bélicos como signo de distinción para reyes y emperadores. También se seleccionan para los juegos circenses. La importancia de los caballos e incluso de la cultura ecuestre en la Península Ibérica en aquellos momentos queda patente por los testimonios escritos que dejaron grandes escritores clásicos como Homero, Jenofonte, Virgilio o Plinio. La invasión de los pueblos germánicos no influye en las características de los caballos andaluces ya que efectúan su entrada en la Península mayoritariamente a pie y los pocos efectivos que llevan no llegan a mezclarse significativamente con los autóctonos, ya que además se mantuvo vigente la legislación romana en defensa de los ejemplares españoles.
La presencia del caballo en nuestro país es tan remota que ni historiadores ni paleontólogos han podido establecer exactamente sus inicios. Los vestigios más antiguos en la Península provienen del Paleolítico y se presentan en forma de pinturas rupestres que ya muestran la importancia que tenían los equinos en los sistemas de vida prehistóricos.
HACIA LA EDAD MEDIA
Los árabes organizaron un ejército con una caballería ligera formada casi exclusivamente por caballos andaluces. Esta caballería ligera fue importante en la expansión árabe en España. Los invasores admiraron de buen principio las virtudes del caballo andaluz, su gran acierto fue conservar y potenciar las características propias de la raza española, creando importantes yeguadas e incluso enviando partidas de ejemplares como regalo a Constantinopla, Bagdad y otras grandes ciudades del imperio islámico. La importancia que dan los árabes al caballo durante su permanencia en la península ibérica se evidencia en el origen de los términos "caballero" y "caballerosidad" acuñados durante la Edad Media para calificar honrosamente a los propietarios de estos preciados animales y sus virtudes, respectivamente. Las luchas internas musulmanas y los largos años de reconquista diezman considerablemente la población caballar.
El auge de la agricultura y la ganadería a partir del fin de la reconquista así como la baja demanda de caballos para fines bélicos, margina a los caballos en pro de las mulas, mucho más prácticas para los trabajos duros. Serán necesarias diversas órdenes por parte de diferentes gobernantes para proteger al caballo de los cruces improcedentes, así como la intervención de órdenes religiosas que los amparaban en sus monasterios, como es el caso de los cartujos.
Los orígenes de la Cartuja y la Yeguada
Desde su fundación a finales del siglo XV, el monasterio de la Cartuja se convierte en piedra angular de la crianza del caballo jerezano. Durante tres siglos, que coinciden con los de máximo esplendor del reino de España, los monjes cartujos constituyen una yeguada que con el tiempo se convertirá en una de las más célebres y apreciadas del mundo. Su esmerada labor ganadera, asentada en torno al espléndido edificio renacentista y en el marco excepcional de clima y fertilidad, donde también se crían los universales vinos de Jerez, se ve interrumpida a inicios del Siglo XIX, a causa de la guerra de la Independencia y coincidió con los años de esplendor de España y, en consecuencia, de sus caballos.
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