jueves, 11 de agosto de 2011

LA MUERTE DEL CABALLO



Es innegable que el mundo del toreo no atraviesa un buen momento. Las asociaciones en defensa de los animales se manifiestan en contra de una tradición que, a su juicio, incluye en su esencia el sufrimiento y el maltrato de un animal. Mientras tanto el grueso de los toreros, rejoneadores, ganaderos y aficionados miran hacia otro lado y solo algunos se unen para pronunciarse contra, como ellos dicen, la “intolerancia de unos pocos hacia un símbolo de su identidad”.
Ni este blog ni quien escribe estas líneas van a posicionarse ni a favor ni en contra, pero sí van a invitar a la reflexión. El debate sobre la prohibición o no de la fiesta de los toros va aumentando su temperatura y cada vez son más los hechos que, para un lado o para otro, hacen que alguno se arree un quemazo.
Uno de esos hechos fue el ocurrido el viernes 23 de abril en el coso zaragozano de la Misericordia. Se celebraba el primer festejo de la Feria de San Jorge. Tarde de rejones. El segundo toro de la tarde y Álvaro Montes sobre su caballo “Chorongo” corrían por el albero. En un descuido del jinete, el astado lanza un derrote hacia el abdomen del equino y éste se desvanece en la arena cayendo encima de su dueño. Una de las cornadas que asestó el toro atravesó el corazón del caballo provocándole la muerte de manera inmediata. El cuerpo inerte de “Chorongo” fue retirado del ruedo ante el conmocionado graderío y las los ojos llenos de lágrimas del desconsolado rejoneador que, en un abrir y cerrar de ojos había perdido a uno de sus más fieles compañeros. En los diarios digitales que incluyeron esta información, los internautas expresaron sus diversos pareceres y se creó un intenso debate público en pocas horas.
Chorongo y su jinete caen sobre la arena. Imagen tomada de la página web de HERALDO DE ARAGÓN
Ahora hagamos memoria: la muerte del caballo es prácticamente igual a la que sufrió el espada José Cubero “El Yiyo” el 30 de septiembre de 1985 en la plaza de Colmenar Viejo. El toro “Burlero” (de la ganadería de Marcos Núñez) propinó una certera cornada por la espalda al torero de 21 años y, hendiéndole el asta en este mismo órgano vital, mató al joven en el acto.
Si salimos a la calle y preguntamos a los viandantes qué les causa mayor pesar, si la muerte de un caballo o  la de un joven de 21 años, seguramente sea la segunda opción la más escogida. Pero si la tragedia de la muerte se enmarca en la tauromaquia la cosa cambia. Por un lado, los seguidores taurinos siempre recordarán como un héroe o como un gran genio a aquel espada que, por arriesgar y ofrecer un toreo más atractivo, acabó pagando con su vida (aunque, eso sí, tengan un escalofrío cada vez que rememoran las imágenes del trágico accidente). Por el otro lado, los antitaurinos y los defensores de los derechos de los animales se indignan por el gratuito fallecimiento del caballo, un animal casi ajeno a la fiesta. Achacan la culpa de la muerte de “Chorongo” a la diversión irresponsable de los humanos y adoptan este hecho como un nuevo bastión en el que sustentar su campaña en contra de los festejos taurinos.
El hecho que terminó marcando este trágico fin de semana taurino ocurrió en la madrugada del domingo (hora española). El diestro José Tomás fue cogido de gravedad en Aguascalientes, Méjico. El toro “Navegante” corneó con vehemencia al de Galapagar en su ingle izquierda y le atravesó las venas femorales superficiales, la femoral profunda y la ilíaca. El resultado fue una copiosísima hemorragia provocada por una hendidura de 15 centímetros en su pierna. El torero evoluciona favorablemente; en las últimas horas ha recuperado el habla y ha podido relatar a sus allegados cómo vivió la aparatosa cogida.
El debate se hace cada vez más intenso porque los hechos acompañan. Habrá que ver si alguna otra Comunidad Autónoma se sube al carro de Cataluña y Canarias e inicia los trámites para la prohibición de la “fiesta” (como la calificó Hemingway), o si por el contrario el sector taurino actúa en defensa de sus intereses.

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