jueves, 11 de agosto de 2011

EL CABALLO

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El caballo fue traído por los españoles a México en época de la conquista. Hasta 1619, los caballos estaban prohibidos para los indígenas y los criollos, aún cuando ellos fueran descendientes de reyes. Y aunque  la legislación europea fue inflexible para castigar a los infractores hasta con la pena de muerte, no dejaban de observar que los llamados “indios” y los mestizos tenían que ocuparse del cuidado de todos los animales y, al estar los caballos en libertad, se necesitaba gente para lazarlos, jinetear y amansar con la reata, por lo que no hubo más remedio que usar la mano de obra que tenían.

Don Antonio de Mendoza, primer virrey de la Nueva España (1535-1550), se vió obligado a otorgar permisos para que los indios montaran, pues había que defender la tierra y cuidar el ganado, hasta que, en 1619, el virrey Luis de Tovar Godínez otorgó el primer permiso escrito para que veinte indígenas, en la Hacienda de San Javier, de Pachuca, actual capital de Hidalgo, "pudieran montar libremente caballos con silla, freno y espuelas”.

Dentro de los precursores de la Charrería en México, se reconoce a Sebastián de Aparicio (1502-1602). Llegó a la Nueva España en 1532, desempeñándose como carretero y constructor de caminos. Más tarde adquirió una hacienda en Puebla, dedicándose a la ganadería y la agricultura, así como a amansador e instructor de actividades relacionadas con la domesticación y aprovechamiento de las bestias para el tiro, la carga y la silla. La gente que trabajaba con él aprendió el oficio que posteriormente tomarían como suyo. Sebastián de Aparicio  murió en su hacienda de Puebla en 1602.

Las actividades que se realizaban en las haciendas, serían las dos primeras suertes de la charrería:

El Rodeo o Jaripeos. Conforme a lo reglamentado en 1574, el rodeo era una batida circular que hacían los vaqueros montados en sus caballos, para bajar el ganado de las serranías y concentrarlo en un punto, donde se haría la selección de animales, ayudándose de largas puyas con punta de hierro, similares a las garrochas.  Los animales sin marca “orejones” se repartían entre los distintos “señores del ganado”, y los de marca desconocida eran entregados a los representantes de las autoridades virreinales como bienes mostrencos.  Enseguida, los vaqueros marcaban a las bestias con el hierro del hacendado en sitios especialmente designados, ocasión que se convertía en una celebración colectiva.

Coleadero. Surgió como una necesidad pues, a menudo, las haciendas tenían demasiado ganado. Una vez que los animales estaban separados, los vaqueros acostumbraban a derribarlos, tirándolos por la cola. Surgía así entre los jinetes un enfrentamiento amistoso-deportivo, que implicaba la participación de experimentados jinetes, muy hábiles en el manejo de las reatas para las lazadas de los animales, y que, con el paso de los años, se convirtió en una celebración colectiva, que se incrementó con la Cala de Caballo, el Pialar, la Jineteada de Toro, la Terna, el Jineteo de Yeguas, las Manganas y el Paso de la Muerte.

Valladolid, en honor a la Virgen de la Candelaria, cada año realiza una cabalgata desde la comisaría de Yalcoba hasta el recinto ferial, encabezada por el Presidente municipal,  Ing. Gonzalo Escalante Alcocer y su esposa, la primera dama, Lic. Gabriela Vidal De Alcocer. Seguidamente, se oficia una misa en agradecimiento a la patrona, dando inicio a diversas actividades de la Charrería.

Como cada año, el lienzo “Los Gavilanes” fue la sede. Pese a que el evento se programó para las 5:00 pm, debido a fallas de electricidad se interrumpió, aunque  se pudo reanudar a las 9:00 de la noche, sin crear malestar en los presentes, ya que son cosas de fuerza mayor, aprovechando el tiempo para visitar los stands y exhibiciones presentes. Los jinetes presentaron suertes como cala, piales, coleo, jaripeo, manganas y el paso de la muerte.  El frío que imperaba no impidió disfrutarlo, valió la pena la espera.

En este torneo de exhibición se contó con la participación de equipos Regionales y Gavilanes de Valladolid. El organizador fue el empresario Luis Álvarez Matos.

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