El purasangre árabe
El purasangre árabe, es, desde hace por lo menos treinta siglos, el personaje estrella de la historia del caballo. Creador y mejorador de todas las razas de caballos ligeros del mundo, el purasangre árabe ha sido durante siglos el más cotizado caballo de guerra, y desde Mahoma hasta Napoleón, todos los grandes de esta tierra han elogiado sus inmejorables cualidades: su fidelidad, su velocidad, su sobriedad, su agilidad, su inteligencia, y, cómo no, su extraordinaria belleza y su legendaria resistencia. Hoy, al purasangre árabe, se le valora por su innegable calidad como reproductor mejorador, por la extrema belleza de su conformación y de sus aires, por su clase, su resistencia y su habilidad como caballo de deporte polivalente, por su velocidad como caballo de carreras, y por su fidelidad, su disposición, su inteligencia y su seguridad como caballo de ocio, maestro, amigo y compañero. |
El Mejor Caballo del Mundo
El purasangre árabe, el Equus Caballus Arabicus, es, en realidad, el fundamento y la semilla original de todas las razas de caballos ligeros del mundo. Hace 10.000 años, ya existía un caballo, con una alzada de hasta 140 centímetros y con todas las características de nuestro caballo árabe actual: cabeza relativamente pequeña, ojos muy grandes, alto porte de cuello y cola, estructura refinada y pelo sedoso. Sus hechuras indican que este antepasado de nuestro caballo árabe era veloz y resistente.
Hace 6.000 años, los Persas criaban caballos. Hace 3.700 años, los Hyksos invadieron Egipto a caballo. Hace 2.750 años, entre Armenia y la parte norte de Mesopotamia se encontraba el centro mundial de producción y abastecimiento de caballos ligeros. Mientras tanto, el único caballo existente en Europa era el caballo de sangre fría, parecido al caballo de las Ardenas de hoy, más pequeño, y éste seguirá siendo el modelo de caballo europeo preferido mientras duran las pesadas armaduras.
Con la batalla de Poitiers y las Cruzadas, Europa descubre los caballos ligeros, árabes, berberiscos y turcomanos, descendientes todos ellos del original Equus Caballus Arabicus, el purasangre oriental. A pesar de su apariencia frágil y liviana, muy pronto se admite su gran superioridad y todos los países importantes de la época envían misiones de compra a Oriente, no solamente con objeto de adquirir sementales para la producción de cruzados, también compran yeguas para criar árabes en pureza.
Su extraordinaria belleza, por una parte, y su fuerza y prepotencia genética, fruto de la gran pureza de su sangre, por la otra, hacen durante siglos del caballo árabe puro el animal más cotizado del mundo. No en balde es el producto de 4.000 años de selección, y los mejores ejemplares, casi siempre propiedad de los nómadas del desierto, pueden llegar a costar su peso en oro, si es que se venden.
Pero el purasangre árabe es más que belleza y más que un progenitor selecto, aunque, debido precisamente a su gran belleza y a su importancia como reproductor mejorador, a menudo nos hemos olvidado de que el árabe es un gran caballo, un atleta equino excepcional, un extraordinario caballo de montura y enganche, y de sus muchas cualidades innatas.
Su proverbial resistencia ha hecho durante siglos del caballo árabe el caballo de guerra por excelencia. Duro, sobrio e incansable, el árabe es el caballo favorito de Napoleón, y, de entre los pocos caballos que vuelven de la Campaña de Rusia, la gran mayoría son árabes puros. Referente a la polémica entre el purasangre árabe y el purasangre inglés en aquellos tiempos, Napoleón, en 1808, explica con claridad sus preferencias, en Pau, cuando dice: "El árabe es el mejor caballo del mundo. Los ingleses presumen de haberlo mejorado... Pero yo, para la guerra, prefiero mil veces nuestros árabes que estos de sangre inglesa. No es la velocidad lo que hace un buen caballo de guerra, es la resistencia, la agilidad, la inteligencia y la docilidad, y éstas son precisamente las cualidades más destacadas del purasangre árabe, como la velocidad lo es del inglés."
Cruzados con las yeguas de sangre fría europeas, los caballos orientales han contribuido a la creación de todas las razas de caballos ligeros que hoy conocemos, desde el Anglo-Normando, hoy Silla Francés, al Hunter Irlandés, pasando por el Trakhener, el Orlov, el Lippizano y el Appaloosa, entre muchos otros.
Arabes puros, los hay más bien pocos, es cierto, y quizás esta sea una de las razones por las que sus hazañas deportivas no se conocen debidamente. Generalmente, se suele aceptar que los purasangres árabes sirven para el deporte de la Resistencia Ecuestre, y esto es incuestionable. En los cinco Campeonatos del Mundo de Resistencia Ecuestre, celebrados entre 1986 y 1994, la Medalla de Oro y el título de Campeón del Mundo cada vez se lo llevó un purasangre árabe: Shiko's Omar en 1986, RO Grand Sultan en 1988, 1990 y 1992 y Pieraz en 1994, más, cada año, una cantidad importante de puestos de honor.
Hace pocos años, con un tronco de purasangres árabes, don Miguel Osuna consiguió dos Campeonatos de España de Enganches consecutivos. Y hoy también se acepta que el árabe pueda ser un gran caballo de enganche, por su docilidad, por su resistencia, por su agilidad y por su facilidad de recuperación.
Pero lo que muchos aficionados ignoran, es que el caballo árabe es un gran atleta, un magnífico caballo de deporte, en todos los sentidos. Tanto en Salto como en Doma, los árabes consiguen resultados impresionantes, gracias a su agilidad, su docilidad y su inteligencia, aunque, por su reducido número en proporción al total de caballos que se dedican a estas modalidades deportivas ecuestres, a menudo somos pocos los que nos enteramos de sus espectaculares hazañas. No olvidemos que en España hay más caballos de salto que caballos árabes puros, incluyendo sementales, yeguas y hasta los potros del año.
Pero el que ha montado un caballo árabe en competición deportiva abierta, sabe a lo que nos referimos. Y el que nunca se ha montado en un caballo árabe puro, puede comprobar por sí mismo, con un mínimo esfuerzo de investigación seria, que nada de lo aquí expuesto es exagerado.
Los descendientes de la estirpe de caballos más noble y antigua del mundo nunca han sido muchos, ni aquí, ni en ningún sitio. Pero, para quien quiere pasarlo bien a caballo, para quien quiere montar un caballo resistente, dócil, seguro y fiel, para quien quiere competir y conseguir resultados deportivos serios y consistentes, y para quien, al mismo tiempo, quiere tener y disfrutar de un caballo cuya estética y calidad es el fruto de más de 4.000 años de selección rigurosa y apasionada, el caballo de pura raza árabe es una opción única.
Hay pocos, es cierto - los puros son actualmente unos 4.000 en toda España - pero tampoco todo el mundo conduce un Jaguar.
Hace 6.000 años, los Persas criaban caballos. Hace 3.700 años, los Hyksos invadieron Egipto a caballo. Hace 2.750 años, entre Armenia y la parte norte de Mesopotamia se encontraba el centro mundial de producción y abastecimiento de caballos ligeros. Mientras tanto, el único caballo existente en Europa era el caballo de sangre fría, parecido al caballo de las Ardenas de hoy, más pequeño, y éste seguirá siendo el modelo de caballo europeo preferido mientras duran las pesadas armaduras.
Con la batalla de Poitiers y las Cruzadas, Europa descubre los caballos ligeros, árabes, berberiscos y turcomanos, descendientes todos ellos del original Equus Caballus Arabicus, el purasangre oriental. A pesar de su apariencia frágil y liviana, muy pronto se admite su gran superioridad y todos los países importantes de la época envían misiones de compra a Oriente, no solamente con objeto de adquirir sementales para la producción de cruzados, también compran yeguas para criar árabes en pureza.
Su extraordinaria belleza, por una parte, y su fuerza y prepotencia genética, fruto de la gran pureza de su sangre, por la otra, hacen durante siglos del caballo árabe puro el animal más cotizado del mundo. No en balde es el producto de 4.000 años de selección, y los mejores ejemplares, casi siempre propiedad de los nómadas del desierto, pueden llegar a costar su peso en oro, si es que se venden.
Pero el purasangre árabe es más que belleza y más que un progenitor selecto, aunque, debido precisamente a su gran belleza y a su importancia como reproductor mejorador, a menudo nos hemos olvidado de que el árabe es un gran caballo, un atleta equino excepcional, un extraordinario caballo de montura y enganche, y de sus muchas cualidades innatas.
Su proverbial resistencia ha hecho durante siglos del caballo árabe el caballo de guerra por excelencia. Duro, sobrio e incansable, el árabe es el caballo favorito de Napoleón, y, de entre los pocos caballos que vuelven de la Campaña de Rusia, la gran mayoría son árabes puros. Referente a la polémica entre el purasangre árabe y el purasangre inglés en aquellos tiempos, Napoleón, en 1808, explica con claridad sus preferencias, en Pau, cuando dice: "El árabe es el mejor caballo del mundo. Los ingleses presumen de haberlo mejorado... Pero yo, para la guerra, prefiero mil veces nuestros árabes que estos de sangre inglesa. No es la velocidad lo que hace un buen caballo de guerra, es la resistencia, la agilidad, la inteligencia y la docilidad, y éstas son precisamente las cualidades más destacadas del purasangre árabe, como la velocidad lo es del inglés."
Cruzados con las yeguas de sangre fría europeas, los caballos orientales han contribuido a la creación de todas las razas de caballos ligeros que hoy conocemos, desde el Anglo-Normando, hoy Silla Francés, al Hunter Irlandés, pasando por el Trakhener, el Orlov, el Lippizano y el Appaloosa, entre muchos otros.
Arabes puros, los hay más bien pocos, es cierto, y quizás esta sea una de las razones por las que sus hazañas deportivas no se conocen debidamente. Generalmente, se suele aceptar que los purasangres árabes sirven para el deporte de la Resistencia Ecuestre, y esto es incuestionable. En los cinco Campeonatos del Mundo de Resistencia Ecuestre, celebrados entre 1986 y 1994, la Medalla de Oro y el título de Campeón del Mundo cada vez se lo llevó un purasangre árabe: Shiko's Omar en 1986, RO Grand Sultan en 1988, 1990 y 1992 y Pieraz en 1994, más, cada año, una cantidad importante de puestos de honor.
Hace pocos años, con un tronco de purasangres árabes, don Miguel Osuna consiguió dos Campeonatos de España de Enganches consecutivos. Y hoy también se acepta que el árabe pueda ser un gran caballo de enganche, por su docilidad, por su resistencia, por su agilidad y por su facilidad de recuperación.
Pero lo que muchos aficionados ignoran, es que el caballo árabe es un gran atleta, un magnífico caballo de deporte, en todos los sentidos. Tanto en Salto como en Doma, los árabes consiguen resultados impresionantes, gracias a su agilidad, su docilidad y su inteligencia, aunque, por su reducido número en proporción al total de caballos que se dedican a estas modalidades deportivas ecuestres, a menudo somos pocos los que nos enteramos de sus espectaculares hazañas. No olvidemos que en España hay más caballos de salto que caballos árabes puros, incluyendo sementales, yeguas y hasta los potros del año.
Pero el que ha montado un caballo árabe en competición deportiva abierta, sabe a lo que nos referimos. Y el que nunca se ha montado en un caballo árabe puro, puede comprobar por sí mismo, con un mínimo esfuerzo de investigación seria, que nada de lo aquí expuesto es exagerado.
Los descendientes de la estirpe de caballos más noble y antigua del mundo nunca han sido muchos, ni aquí, ni en ningún sitio. Pero, para quien quiere pasarlo bien a caballo, para quien quiere montar un caballo resistente, dócil, seguro y fiel, para quien quiere competir y conseguir resultados deportivos serios y consistentes, y para quien, al mismo tiempo, quiere tener y disfrutar de un caballo cuya estética y calidad es el fruto de más de 4.000 años de selección rigurosa y apasionada, el caballo de pura raza árabe es una opción única.
Hay pocos, es cierto - los puros son actualmente unos 4.000 en toda España - pero tampoco todo el mundo conduce un Jaguar.
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