sábado, 8 de octubre de 2011

TIEMPO DE RECUERDOS

Tiempo de caballos







TIEMPO DE CABALLOS


Mis ojos vuelven atrás en el tiempo y mis recuerdos siempre están enlazados a los caballos. Desde mi padre amansando de abajo a algún potrillo de pocos meses, invirtiendo sus preciosas horas en caricias y rascadas para sacarle los miedos, así ganaba confianza y dejaría de ser arisco para el tiempo de la doma.
A partir de los 3 años, los fieles caballos criollos pueden comenzar a domarse, ponerle un bocado suave, no maltratarlos con fuertes ataduras, eso decía mi padre. Es que un caballo mal domado, de manera brutal, adquiere un carácter nervioso por su instinto de defensa, ante la agresión a que se somete. Por eso no lo montaba hasta que le hubiera sacado las cosquillas y respondiera a las caricias. Después le ponía un cuero de oveja sobre el lomo para que se acostumbrara a sentir el peso y así despacito llegaba a ponerle los bastos y poder montarlo. Recuerdo haberlo visto jinetear , una sola vez, pero la escena me ha quedado grabada como si estuviera viendo una lámina de Molina Campos, con el fondo del campo verde y el monte de los Mecchia a lo lejos.
Así de esta manera voy desandando el camino hasta llegar precisamente a ese campo donde transcurrió la doma. La casa de estilo italiano con galería, zaguán, dos dormitorios, cocina y despensa. El baño en el patio, junto al lavadero, un cerco de tejido, un jardín con azucenas, lirios y achiras, que eran las únicas sobrevivientes de nuestras correrías. Por el lado sur estaba el galpón, donde se guardaban los sulkys y herramientas de trabajo. Ah! Algo que siempre me llamó la atención, el frente de la casa daba al Oeste , con una trabajada puerta de tableros y las ventanas de los dormitorios larguísimas , con vidrios repartidos y persianas de chapa. A esa puerta, que daba al zaguán que salía hacia la galería, nunca nadie llamó ni se abría, porque para acceder desde el Oeste había que dar la vuelta a la casa porque el camino de entrada venía desde la tranquera ubicada al Este. Tenía un hermoso frente pero no se veía, daba a un corral con manga para cargar el ganado y el precioso ombú, escenario de mis escondidas para estudiar subida a su cómoda copa, cual si fuera el mejor sillón.
Hace unos años viajando hacia Landeta, quise ver como estaba el lugar donde viví desde los 10 hasta los 14 años y me encontré con la vieja tranquera con candado, a lo lejos vi el ombú todavía en pie y un monte de eucaliptos tapaba la vista de la casa. Dulces añoranzas de mi niñez, mis padres, mis hermanos, el tío Juan y don José , el patrón, que amaba ir de vacaciones a Mina Clavero y me trajo de regalo una pulsera de plata vieja con unas piedras celestes.
Mi caballo, el camino, el sulky nuevo que tumbamos y le rompimos a papá, el “arbolito” que era un paraíso en la esquina del campo donde dejábamos el camino grande y tomábamos el de chacras, de una huella y gramilla e hinojos a los costados…. Hoy en lugar del paraíso hay un gran eucalipto, el pobre arbolito se murió de viejo y como en todas las cosas en la vida, todo cambia…

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