Mientras los griegos buscaban el modo de entrar en Troya, el inteligente Odiseo (en cierto modo con la ayuda de Atenea) ordenó la construcción de un enorme caballo de madera. El caballo debía tener la particularidad de estar hueco por dentro, para que los soldados se pudieran esconder en él.
Una vez que la estatua de madera fue construida por el artista Epeo, Odiseo y treinta y nueve guerreros griegos más se introdujeron en el hueco del caballo. El resto de la flota griega se retiró abandonando al caballo, para que los troyanos creyeran su retirada, siendo Sinón el único hombre dejado atrás.
I: El caballo de Troya
Cuando los troyanos se percataron de la presencia del caballo se maravillaron ante sublime creación, mientras que Sinón fingió estar furioso con los griegos por haberle dejado atrás.
Sinón les hizo creer a los troyanos que el caballo era un regalo de los dioses a modo de amuleto para que Grecia ganase la guerra. De hecho, el tamaño del caballo era inmenso para que los troyanos no lo pudieran introducir en la ciudad, y así robarles el amuleto que les daría la victoria definitiva en la guerra.
Casandra, portadora del don de la profecía, se opuso a la introducción del caballo en la ciudad, ya que sabía que ese sería el fin de Troya, pero la maldición del dios Apolo evitó que nadie la creyera. Esa misma noche, los troyanos celebraron lo que creían que era su victoria introduciendo el caballo en Troya con todo el esfuerzo que fue necesario.
II: La caída de Troya (Johann Georg Trautmann)
Cuando Troya cayó dormida por culpa de los efectos del alcohol, Sinón dejó salir a los guerreros griegos del caballo, y masacraron al pueblo troyano. Príamo, el rey de Troya, fue asesinado mientras se acurrucaba en el altar de Zeus, y Casandra fue arrancada de la estatua de Atenea, violada y abandonada a su propio destino, un destino que su maldición le impediría evitar.
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