Caballos
En esta sección de Palermo Polo le dedicamos unas líneas a caballos famosos de la historia, esos que se han vuelto inmortales con el correr del tiempo. En esta ocasión, si bien se vuelve a relatar la vida de un equino extranjero, de alguna manera algunos argentinos, o más precisamente los porteños, lo pueden ver a diario. Y hasta, de cierta forma, tocar, si así se quiere.
De un lado Díaz Vélez, del otro San Martín. De un lado Angel Gallardo, del otro Gaona. Y atravesando estas avenidas que cambian de hombre, otra: Honorio Pueyrredón. En el medio de esta conjunción de cemento y de esquinas, un monumento: el Cid Campeador. Casi en el centro geográfico de la ciudad, se erige esta mole de cemento y allí, imponente, está Babieca. Es nuestro elegido de hoy, el caballo del hidalgo y guerrero Rodrigo Diaz de Vivar, conocido precisamente como el Cid Campeador, quien llegó a dominar prácticamente todo el oriente de España, a finales del XI.
Aunque su raza no está clara, algunos dicen que se trataba de un caballo Andaluz blanco. Otros, sin embargo, creen que era de origen leonés, concretamente de la comarca de Babia (de ahí su nombre Babieca). Otras fuentes citan que tal nombre le viene por ser un ejemplar de mal porte, feo en apariencia, ya que "Babieca" es una antigua expresión que en castellano significa "feo, tonto o soso". En el segundo caso, probablemente fuera un caballo de Asturcón.
Díaz de Vivar recibió este ejemplar como regalo del rey Alfonso VI de Castilla y León como recompensa a sus servicios. Dicen algunos textos que al elegir a ese caballo, su tío exclamó ¡Babieca! y le pidió que eligiera otro caballo de sus establos. Sin embargo, el Cid le puso ese nombre, y se quedó con él, pues consideraba que a pesar de no ser un caballo vistoso, valía más que los hermosos caballos que estaban en la cuadra.
Realmente, la procedencia de Babieca no está clara, de hecho José Amador de los Ríos da una versión diferente a la del cantar. Según él, fue el padrino del Cid quien le ofreció que escogiera un potro de sus yeguas francesas; y al ser el elegido un ejemplar feo y sarnoso, le increpó: “Mal escogiste babieca!”; a lo que Rodrigo respondió: “Babieca se llamará y será buen caballo”.
La verdad podría encontrarse en el equilibrio entre ambas. Es decir: Babieca tendría sangre árabe y española. Esto sería posible ya que en siglos anteriores se habían exportado ejemplares de genética española/andaluza al norte de Africa como elemento mejorante y ya en la época del Campeador, el resultado no se distinguía de las sangres puras.
Lo entrenó con tal aptitud, cuentan, que aún sin riendas lo gobernaba y enderezaba donde quería. También le impuso a que no se detuviese en la carrera cuando descargaba el golpe contra los moros.
Según la leyenda, fue el caballo sobre el que la esposa de El Cid montó el cadáver de éste para hacer creer a sus enemigos que seguía vivo. Después, Babieca no volvió a ser montado y murió dos años más tarde a la inusual edad de 40 años. Fue enterrado en algún lugar del Monasterio de San Pedro, Cerdeña, a 10 kilómetros de Burgos, en el término municipal de Castrillo del Val.
En la explanada situada frente a la fachada principal, en la que aparece una imagen ecuestre del Cid, hay una estatua del Sagrado Corazón y, a la izquierda, un monolito con leyenda alusiva al caballo Babieca. Coincide con el lugar donde, según la tradición, fue sepultado el fiel animal, auque las excavaciones arqueológicas financiadas por el Duque de Alba en 1949 no obtuvieron resultados.
De un lado Díaz Vélez, del otro San Martín. De un lado Angel Gallardo, del otro Gaona. Y atravesando estas avenidas que cambian de hombre, otra: Honorio Pueyrredón. En el medio de esta conjunción de cemento y de esquinas, un monumento: el Cid Campeador. Casi en el centro geográfico de la ciudad, se erige esta mole de cemento y allí, imponente, está Babieca. Es nuestro elegido de hoy, el caballo del hidalgo y guerrero Rodrigo Diaz de Vivar, conocido precisamente como el Cid Campeador, quien llegó a dominar prácticamente todo el oriente de España, a finales del XI.
Aunque su raza no está clara, algunos dicen que se trataba de un caballo Andaluz blanco. Otros, sin embargo, creen que era de origen leonés, concretamente de la comarca de Babia (de ahí su nombre Babieca). Otras fuentes citan que tal nombre le viene por ser un ejemplar de mal porte, feo en apariencia, ya que "Babieca" es una antigua expresión que en castellano significa "feo, tonto o soso". En el segundo caso, probablemente fuera un caballo de Asturcón.
Díaz de Vivar recibió este ejemplar como regalo del rey Alfonso VI de Castilla y León como recompensa a sus servicios. Dicen algunos textos que al elegir a ese caballo, su tío exclamó ¡Babieca! y le pidió que eligiera otro caballo de sus establos. Sin embargo, el Cid le puso ese nombre, y se quedó con él, pues consideraba que a pesar de no ser un caballo vistoso, valía más que los hermosos caballos que estaban en la cuadra.
Realmente, la procedencia de Babieca no está clara, de hecho José Amador de los Ríos da una versión diferente a la del cantar. Según él, fue el padrino del Cid quien le ofreció que escogiera un potro de sus yeguas francesas; y al ser el elegido un ejemplar feo y sarnoso, le increpó: “Mal escogiste babieca!”; a lo que Rodrigo respondió: “Babieca se llamará y será buen caballo”.
La verdad podría encontrarse en el equilibrio entre ambas. Es decir: Babieca tendría sangre árabe y española. Esto sería posible ya que en siglos anteriores se habían exportado ejemplares de genética española/andaluza al norte de Africa como elemento mejorante y ya en la época del Campeador, el resultado no se distinguía de las sangres puras.
Lo entrenó con tal aptitud, cuentan, que aún sin riendas lo gobernaba y enderezaba donde quería. También le impuso a que no se detuviese en la carrera cuando descargaba el golpe contra los moros.
Según la leyenda, fue el caballo sobre el que la esposa de El Cid montó el cadáver de éste para hacer creer a sus enemigos que seguía vivo. Después, Babieca no volvió a ser montado y murió dos años más tarde a la inusual edad de 40 años. Fue enterrado en algún lugar del Monasterio de San Pedro, Cerdeña, a 10 kilómetros de Burgos, en el término municipal de Castrillo del Val.
En la explanada situada frente a la fachada principal, en la que aparece una imagen ecuestre del Cid, hay una estatua del Sagrado Corazón y, a la izquierda, un monolito con leyenda alusiva al caballo Babieca. Coincide con el lugar donde, según la tradición, fue sepultado el fiel animal, auque las excavaciones arqueológicas financiadas por el Duque de Alba en 1949 no obtuvieron resultados.
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