
El
caballo árabe impacta por su elegancia y evanescencia. Se cree que ésta
es la raza equina pura más antigua del mundo, con más de mil años de
antigüedad en su estado actual. El árabe es el rey de los caballos
ligeros y ha formado parte de la mejora de las más importantes razas
equinas de esta clase. Cuando se contempla en carrera uno de estos
ejemplares, se tienes la sensación de que el animal flota en el aire por
la elegancia de su galope.
Los beduinos contaban múltiples leyendas sobre los caballos, ya que
creían que estos animales eran un regalo concedido por la divina
providencia. Uno de los mitos más hermosos de este pueblo de nómadas,
relataba que Dios creó el desierto, el viento del sur y el caballo, que
tenía la facultad de volar sin alas.
Una historia muy larga


Uno de los antepasados más representativos del caballo árabe actual
fue el Koheide, que ya con esta denominación se extendió aprovechando la
expansión árabe en tiempos de Mahoma. Durante la época de explendor y
conquista musulmana, este equino llegó a tierras bereberes, españolas e
incluso francesas. La elegancia del árabe llegó por fin al continente
europeo, legando su hermosura a numerosas razas autóctonas.
El árabe fue la especie con la que los europeos decidieron mejorar
las razas continentales. Se empleaban sementales que se cruzaban con
hembras de razas europeas.

En la actualidad, podemos clasificar el caballo árabe en tres grandes
grupos: el que procede de la parte europea de Turquía y Asía Menor, el
proveniente de la región comprendida entre Damasco y el río Eufrates, y
el caballo de Berbería, en el norte del continente africano.
Una estampa perfecta
Los beduinos pensaron en crear un caballo para resistir viajes largos
a través del desierto, gran fuerza, valor y vitalidad. Su alzada es de
entre 1,43 y 1,55 metros aproximadamente. Sus muslos son fuertes y
musculosos con piernas largas y de fuertes masas musculares, más espesas
en la parte superior ya que van afinándose en la inserción en los
corvejones. El cuerpo es compacto, de dorso ligeramente cóncavo con una
grupa larga y plana.
El árabe tiene una cabeza cuadrada, relativamente pequeña, enjuta y
la frente muy ancha. El perfil es recto, o también puede darse el caso
de que sea ligeramente cóncavo. Sus ojos son vivos y expresivos, la
iluminación de la cara, y están rodeados de una piel muy fina en los
párpados que siempre son de color negro. Las orejas son pequeñas en
proporción con la cabeza, con las puntas convergentes y con gran
movilidad.
Los pelajes más habituales son los alazanes, los zainos y los
tordillos en todas sus variedades. Pueden aparecer manchas en las patas y
en la cara que están aceptadas en el estándar
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