jueves, 9 de mayo de 2013

EL CABALLO


Cómo el caballo comenzó a correr sobre un dedo
Si el hombre hubiera visto en el bosque al antepasado de nuestro caballo, es posible que lo confundiera con el pequeño tapir. El eohippus, que así se llamaba ese antepasado, era del tamaño de una zorra. Su cabeza era pequeña; el cuello, corto; el lomo, giboso; la piel, rayada; las patas delanteras, de cuatro dedos y las traseras; de tres.
Vivía en los bosques húmedos de América del Norte hace 50 millones de años , se alimentaba de hojas y por sus hábitos y aspecto exterior, se asemejaba al torpe tapir.
Había algunas variedades de eohippus. Parte de ellas emigraron a Europa ( por lo visto, a través del puente que existía entonces en el norte entre Canadá, Groenlandia, Islandia y Escandinavia). El ''descendiente'' del eohippus, el famoso paleoterio cuyo diente enalteció a Cuvier, por su vigorosa constitución hacía recordar al rinoceronte. Los primeros caballos en Europa no tuvieron suerte y todos murieron.
 
En América la especie continuaba prosperando. Del eohippus descendió el orohippus y de éste, el mesohippus de tres dedos, que ya tenia el tamaño de una oveja. en la historia del caballo ocurrió un acontecimiento muy importante. los húmedos bosques tropicales, que cubrían la mayor parte del planeta, comenzaron a desaparecer.
Aparecieron estepas e hierbas pratenses. Los mesohippus, saliendo con timidez de las malezas de los bosques, se arriesgaron a emprender una nueva vida en las praderas. Comenzaron a sustentarse con hierbas. Pero en las estepas estos eran perseguidos por los veloces antepasados de los lobos. Solamente les quedaba una salvación: aprender a correr más rápido que los carnívoros.
Los dedos excesivos en las patas ya eran un estorbo( con un dedo se corre mejor); y vemos por los huesos fósiles, cómo en los antepasados del caballo empieza a atrofiarse un dedo tras otro, hasta quedar uno sólo en cada pata. El caballo se convirtió en un animal solípedo. Pero esa transformación no ocurrió de repente.
Del mesohippus descendió el merychippus y más tarde, el hiparión, caballo esbelto un poco más pequeño que la cebra. Dos dedos laterales atrofiados en las patas del hiparión no rozaban la tierra.
Por consiguiente, ese tridáctilo ya corría sobre un dedo. seguramente que no había otro cuadrúpedo que formara manadas tan enormes como el hiparión. A través del Istmo, que unía en aquellos tiempos Chukotka con Alaska, huestes de varios millones de cabezas de esos caballos '' elegantes'' penetraron de América del Norte a Asia y después a Europa.
Inmunerables manadas de hipariones galopaban por las llanuras del continente eurasiático. Sus restos fósiles son tan numerosos, que los paleontólogos denominaron fauna del hiparión a todo un complejo de seres vivos que habitaba en esas estepas a la vez que los caballos.
Los hipariones no lograron penetrar en Africa, América del Sur y Australia: entonces los anchurosos estrechos y mares dividían a América del Norte, Asia y Europa de esos países. Transcurrieron varios millones de años y desaparecieron todos los hipariones. Un destino más feliz le esperaba al '' primo'' del hiparión, el pliohippus. De éste precisamente, descendió nuestro caballo. En algunos tiempos manadas de estos animales habitaban ambas Américas, Europa, Asia y Africa (ya entonces los istmos habían unido nuevamente los continentes). Entre los caballos primitivos habían variedades muy interesantes: unos eran de tamaño más grande que el caballo de tiro pesado, otros, más pequeños que el pony enano. Pero hace un millón de años que en América desaparecieron todos. En Africa sobrevivieron sólo las cebras y los asnos; en Europa y Asia, tan sólo dos tres especies salvajes, cuya historia está muy entrelazada con el destino del hombre.
En el período glaciario, hace varias decenas de miles de años, los caballos salvajes aún se encontraban por toda Europa. Estos, junto con el mamut y el reno. caían con frecuencia en las comidas de los trogloditas. Claro que no como invitados, sino como el mejor plato de sus menús; de ello son testimonios los desperdicios de ''cocina'' de nuestros antepasados, enormes montones de huesos quebrantados, que han sido estudiados por los antropólogos. En uno de los montones se hallaron restos de 10 mil caballos devorados. Como puede verse, nuestros antecesores no padecen por falta de apetito.
Hace 150 años en los bosques de Alemania se podía ver aún el caballo salvaje. En la Edad Media la población local comía con éxtasis '' la caza'' perisodáctila: carne de caballo salvaje, que en aquellos tiempos se consideraba un gran manjar. Parece ser que los frailes eran grandes apasionados por la carne de caballo; en las oraciones de sobremesa de los monasterios había el gracioso párrafo siguiente : ''Que nos sea sabrosa la carne de caballo salvaje bajo la bandera de la Cruz''.
Hasta el siglo XVII algunas ciudades de Europa mantenían destacamentos de tiradores para cazarlos caballos salvajes que devastaban los campos. En 1814 varios miles de ojeadores cercaron en el bosque de Duisburgo (Prusia) las últimas manadas de caballos salvajes vivieron más tiempo. Hace 100 años se encontraban aún en el Sur de Ucrania y en Crimea. Eran los tarpanes: que eran los caballos de pelaje ratino (algunos investigadores opinan que de éstos proceden los corceles árabes y persas). Al último tarpán lo mataron en 1879. Hoy en día quedan solamente varios cientos de caballos salvajes en Asia Central. Los antepasados de los indios, que emigraron de Asia para Alaska por el istmo que en algunas épocas del período glaciario unía ambos continentes, ya no hallaran en América( ni en la del Norte ni en la del Sur), caballos salvajes. Perecieron todos por causas desconocidas, y como entonces no había aún caballos domésticos, los '' campesinos'' de las Américas no los conocían e Incluso nunca oído hablar de ellos y por eso se asustaron mucho al ver a los españoles montados a caballo cuando invadieron el país de los aztecas.
En 1539 el conquistador Hernando de Soto desembarcó en la costa de la Florida. Trajo consigo 900 soldados y 350 caballos. De aquí partieron hacia el norte y después, al Oeste. A fuerza de sangrientas batallas lograron salir al Misisipí. Estuvieron otros 2 años errando por las praderas, más allá del gran río. En las refriegas y las marchas perdieron sus caballos. Estos se hicieron salvajes y se reprodujeron. En las estepas de Texas toparon con sus consanguíneos que habían huído de las tropas de Cortés. Así es cómo aparecieron los famosos mustangos.

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