Los caballos son mamíferos herbívoros, que pertenecen a la familia de los équidos. Las hembras son conocidas como yeguas, y las crías como potros si son machos, y potrancas si son hembras. Estos animales fueron domesticados por el hombre alrededor de la Edad del Bronce.
El caballo vive una media de entre 25 y 40 años en cautividad, y en torno a los 25 años en el caso de que se crie en libertad -es considerado adulto a la edad de los 4 años-.
Los rasgos de los caballos varían de una raza a otra. Teniendo en cuenta su porte, podemos dividirlos en tres grupos:
Los caballos pesados o de tiro son aquellos de mayor tamaño: miden generalmente de 163 a 183 cm y pueden pesar entre 700 y 1000 kg. Los caballos ligeros o de silla alcanzan una altura de entre 142 y 163 cm y su peso oscila entre 380 y 550 kilogramos -destacan por su velocidad, agilidad, resistencia y estado de alerta-. Por último, los ponis y razas de miniatura, que, por regla general, no superan los 147 cm. Estos últimos poseen un pelaje más denso que el resto, las patas son proporcionalmente más cortas, el cuerpo más robusto, los huesos más pesados y el cuello más corto. Su temperamento suele ser calmado.
Los caballos tienen 205 huesos y un mínimo de 36 dientes adaptados para pastar hierba. La inclinación de los dientes incisivos sirve para determinar la edad del caballo, pues se incrementa con el tiempo. Un caballo de tamaño medio consume de 7 a 11kg de comida y entre 38 y 45 litros de agua diariamente.
En cuanto a su carácter, los caballos son animales sociales y de manada, cuyo líder es por lo general una yegua. Son presas de los depredadores y por ello tienen fuertes instintos de huida y defensa. Se comunican de varias formas: a través de vocalizaciones y relinchos de varios tonos, mediante el acicalado mutuo y el lenguaje corporal.
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