Este tenaz y valiente guerrero ,último gran
jefe
apache, simboliza la resistencia india frente al avance del progreso
americano. Durante mucho tiempo fue considerado como un simple salvaje
sanguinario, idealizado después como una especie de profeta indio. Era obstinado
y práctico, despiadado con sus enemigos y amable y leal con sus amigos. El amor
que sentía por su tierra montañosa fue una constante en su vida, junto con su
profunda religiosidad, No consiguió frenar la inexorable conquista de un país donde los
indígenas ya no volverían a tener su lugar. Con Gerónimo desapareció toda
esperanza de cohabitar con «el hombre blanco».
Gerónimo
pertenecía a la tribu de los chiricahuas, una de las siete grandes tribus
del pueblo apache. Como todos los suyos, llevaba una vida dividida entre la caza
y las batidas realizadas contra los colonos y los mexicanos para hacerse de
armas, alcohol y caballos.
A los
14 años pasó por los ritos de iniciación, mediante el cual los jóvenes
se convertían en "el que va a capturar un caballo". Pasados los ritos de
purificación, abandonaban el poblado antes de que el sol calentara la pradera.
Las manadas estaban lejos, caminaban días sin parar y sólo bebían agua en el
río. Cuando divisaban la manada, escogían un potro y se acercaban. Entonces los
caballos echaban a correr en estampida.
Pero tras varios intentos alguno se
apartar de la manada, y ya solitario, sigue huyendo algún tiempo, pero la
resistencia del caballo sin comer ni dormir es menor que la del ser humano. Al
tercer día, hambriento, el indio consigue que coma de su mano, se deje
acariciar, y salta varias veces por encima de su lomo, de un lado a otro, sin
montarlo. Así consigue que el caballo lo acepte como jinete. Cuando se inició su
padre falleció.
Mas
tarde en el verano de 1858, un día en que los guerreros estaban fuera del
campamento, los mejicanos exterminaron a mujeres y niños. Gerónimo perdió allí a
su mujer y sus hijos. Con una gran necesidad de venganza, este joven no cesó de
perseguir a los mexicanos que habían asesinado a su familia en el verano de
1858. Desde ese trágico hecho, multiplicó las incursiones y los saqueos, el más
conocido de los cuales ocurrió el día de San Jerónimo, en 1859, cuando atacó el
pueblito de Arizpe y dio muerte a muchos de sus habitantes. Aterrados por la
crueldad de los apaches, los pocos sobrevivientes de esta terrible vendetta
rebautizaron al jefe de la banda con el apodo de Gerónimo.
Cuando la Guerra de Secesión
Americana llegó a su fin, en 1865, los norteamericanos volvieron a
pensar en conquistar los territorios indios, más codiciados aún desde que se
descubrieran yacimientos de oro en Arizona. Al mando de su jefe Cochise,
los chiricahuas se oponían a la ineluctable penetración de los blancos y
fue allí que Jerónimo se distinguió como un gran guerrero.
El sentido del honor y el orgullo se alzó en
Cochise y Gerónimo, y ya no negociaron más. Gerónimo
estuvo íntimamente ligado a Cochise y luego a sus hijos Taza y Naiche,
a quien él siempre respetó.En
realidad, los apaches eran profundamente religiosos y respetaban la vida; muchas
veces los prisioneros sirvieron como moneda de cambio o fueron integrados a su
grupo.
Escapando
siempre de sus perseguidores, se forjó la reputación saqueador que atacaba convoyes
de mineros y acosaba sin descanso a las tropas lanzadas en su búsqueda. Sin
embargo, en 1854 se resignó a irse a San Carlos, donde no permanecería mas de un
año; huyó de allí en mayo de 1885 para refugiarse en México, donde Crook
no podía perseguirlo.
Cochise resistió al ejército americano, pero en 1872 tuvo que inclinarse
ante el general George Crook (imagen derecha) y aceptó retirarse a la
reserva de San Carlos con su pueblo. Gerónimo, en cambio, rechazó las
deplorables condiciones de vida que le proponían en el lugar que los
chincahuas bautizaron como “los cuarenta acres del infierno”, y
siguió luchando junto con algunos guerreros en White Mountains.
Entre 1877 y 1886 la frontera entre
los EE.UU. y Méjico fue asolada por dos pequeñas bandas de indios apaches,
liderados por los jefes Victorio y Gerónimo, que mantuvieron en jaque a las
tropas federales durante casi 10 años, hasta que fueron diezmados y el 26 de
marzo de 1886, éste aceptó rendirse ante el general Crook. Washington
decide que algo hay que hacer con esos indios hostiles, y les ofrece un lugar,
una reserva y medios de subsistencia. (imagen izq. Cochise)
Pero
esa no era vida para los indios acostumbrados al aire libre de la sierra y
Gerónimo nuevamente y por última vez escapó con 24 compañeros, por lo que el
gobierno destituye a Crook y envía al Coronel Miles con cinco mil
soldados, miles de milicianos y cientos de rastreadores que se lanzaron a su
búsqueda durante cinco meses , hasta que el 4 de septiembre de 1886 Gerónimo se
rinde, 16 guerreros, 14 mujeres y 6 niños se rindieron al general Nelson Miles.
Se habían necesitado 5.000 hombres para su captura, 6 generales y una red de
puestos para transmitir los mensajes y falsas promesas.
Solo
en 1894 el gobierno aceptó que se instalaran bajo estricto control en Fort
Hill, pero Gerónimo ya era un hombre anciano y sosegado.
El
recuerdo de la matanza de los soldados de Custer en Little Big Hom aún
estaba en la memoria; los nombres de Toro Sentado (imagen arriba), Caballo Loco, Nube Roja o Cochise seguían aterrando, y más aún el de Jerónimo, que representaba la
cruel resistencia de los indios a los avances de la conquista del Oeste. Esta
vez el gobierno estaba resuelto a actuar con prudencia para evitar a toda costa
la reanudación de la guerra contra los indígenas.
Antes de convertir a Jerónimo
en el mártir de todo un pueblo, era preferible ganarse los favores de un viejo
sabio. Sabiendo que desde entonces toda lucha sería en vano, el jefe indio
aceptó de buena gana. Invitado a la Exposición Internacional de Saint Louis, y
luego a Washington, en 1901, con ocasión de los festejos para celebrar la
elección del presidente Theodore Roosevelt, desfiló a la cabeza del
cortejo de indígenas. El anciano apache posó para los fotógrafos y a un
periodista le dictó sus memorias, que se publicarían en 1906 con el titulo
Historia de la vida de Jerónimo.
Durante los años de Fort Hill, Gerónimo se convirtió en un bien
comercial, un objeto de exposición para asegurarse el éxito de cualquier
celebración. Era cortés, dueño de sí mismo, alerta y amable, y observaba y
aprendía con fresca curiosidad y mente despierta. Pedía siempre el regreso a su
patria natal. Era un hombre de una pieza, una personalidad sin fisuras a pesar
de haber perdido a toda su familia, hijos, nietos, mujer...
En la
vejez, la más persistente de las contaminaciones traídas por los blancos, el
alcohol, lo llevaría a la muerte. El 15 de febrero de 1909 lo hallaron en el
agua, borracho. Cogió una pulmonía. Su fuerte espíritu luchó contra la muerte y
en la noche del 17 de febrero se rindió.
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